martes, 28 de mayo de 2013

Flores azules

Juntar tantas flores azules como le sea posible, no tenía otro objetivo. Abstraída, con pasos de gigante, pesada, iba palpando los pétalos olvidando mirar. No recordaba para qué, no recordaba cómo, no recordaba más que el sueño de una tarde nublada y el ocaso naranja-gris que amenazaba con aplastar la tierra. Mientras seguía golpeando las flores en su búsqueda ciega, sentía que se encontraba en ese último horizonte donde aquella gama de colores y amorfas masas de agua en el cielo devoraban todo espacio posible. Le tomó mucho tiempo armar un racimo en medio de su desasosiego. No escuchó cuando la voz la llamó de lejos, tampoco escuchó las sirenas ni los perros ni las esposas. No supo responder por qué clavó los puñales en su madre, no recordada ya ese rostro, no supo responder por qué quemó todas sus muñecas en el patio trasero, porqué machacó el sexo de la mujer que la había parido, porqué derrotó el umbral de lo sagrado. Sólo llegó a declarar que a su infancia le gustaban las flores azules, y que esa noche iba a enterrarla.

Presagio

Esperar hasta el alba Esperar esperar Esperar a que despunte este dolor de una vez Esperar a que la tragedia suceda A que la premonición se cumpla A que se repita la historia Esperar desesperadamente el tortuoso desenlace Esperar mientras finjo ser feliz y te beso Y memorizo la comisura de tus labios para soñarte Mientras me aguanto esta muerte de no esperar nada Mientras me invento y te invento y me miento Esperar que pase la luna y el lobo aúlle Esperar que sean nuestras las heridas Esperar que el cielo sangre

Poema nocturno

La niña del mar me llama por las noches inserta sus suspiros en las paredes se cuelga de las sombras de mi techo susurra una canción de cuna al viento cubre mis párpados con sus cabellos dulce sueño el de soñar despierta los miedos antiguos dulce sueño el despertar con el pulso incontenible y ver a la niña con mi cisne degollado bajo el brazo mirándome parada en la punta de mi cama

.

Sé que no soy más que una flor de papel pero mañana tendré que desdoblarme
Sé que no soy más que una flor de papel pero mañana tendré que desdoblarme

Deja que llore

Asfíxiame en la arcilla oscura que dibuja tu nombre soporta mis piedras y deja que te maten reposa mis ojos sobre vidrios rotos ríndete ante tu sombra escápate de mí y de mi febril locura arrúllame con brazos de serpiente constrictora besa la espuma negra que llevo en el pecho

Yeso

La veía parada en esa esquina oscura, la veía indefensa, como un animalito asustado escondiendo su miedo tras una firmeza inexistente. La veía con esas polleras con tablas ondulando al viento, sus medias oscuras y zapatos altos, su sombrero extraño y pulóver suelto. La veía aferrarse a sus libros escondiendo el temblor de sus brazos lánguidos. La veía como a la presa que estaba buscando hace tanto tiempo. La adrenalina le corría en las venas. Un manjar exquisito, le decía ese instinto que estaba despertándose desde un lugar indefinible mientras la piel empezaba a erizarse. No comprendía esa reacción tan grotesca, tan animal, tan inevitable. - ¿Qué hora tiene señorita? - Disculpe señor, no tengo reloj - Llámeme joven por favor. Entiendo, eso explica su inconsciencia al estar sola a las que supongo serán altas horas de la noche. Ciertamente la oscuridad de la noche indica que ya no es temprano, así como la baja temperatura y el sonido de ciertos animales nocturnos. Lo extraño es que una señorita tan bonita como usted no tome las precauciones necesarias al caso, y si bien no posee un reloj consigo, podría considerar estas características naturales para intuir algún tipo de peligro. - No se preocupe Señor, puedo cuidarme sola. - Llámeme joven por favor, que de edad no le llevo mucho. - En realidad “joven” no necesito compañía, por lo que no necesito llamarlo de ninguna manera. - No sea tan árida chiquilla, un poco de compañía en medio de la noche nunca viene mal. No peque usted al creerse tan fuerte, la confianza puede jugar una mala pasada, aunque esté depositada en uno mismo. - Prefiero pecar por confiar en mí que por depositar confianza en un extraño. - (Acercándose) Veo que te estás poniendo tensa. Relájate. La noche es larga. - (Separándose unos pasos) No veo a qué viene ese comentario, “joven” - Estoy siendo amable señorita. Mi casa es aquella del frente, en ese departamento de dos pisos, en el piso de arriba. Como puede ver casi nadie vive por aquí, en esta cuadra tan sólo se ven locales comerciales que lógicamente ya se encuentran cerrados debido al horario. Si mencioné que se relaje es porque me estoy ofreciendo a acompañarla hasta que consiga usted como viajar. - No es necesario que usted se moleste. Como mencionó, es una zona deshabitada, no corro peligro a no ser de que existan fantasmas merodeando por aquí. - No subestime usted a los fantasmas señorita. Si la molesto puedo alejarme unos metros, pero quédese tranquila que no voy a abandonarla. Mientras pasaban los minutos iba urdiendo su plan, la manera de cazarla, la estrategia perfecta. Debía tejer sus redes con una delicadeza magistral y siniestra. No había vuelta atrás, ella era irresistiblemente hermosa, era su musa perfecta. Mientras el silencio hizo hueco unos minutos se acercó una patrullera con dos policías a bordo. El oficial bajó la ventanilla para conversar con él. - Buenas noches Doctor, a qué se debe que usted esté despierto merodeando las calles a estas alturas de la noche? - Buenas noches oficial, un placer saludarlo. Déjeme decirle que es un alivio que sea despierto la forma en que merodeo por estas calles, y en cuanto al motivo le comento que me he encontrado a esta bella criatura aguardando por un colectivo, y me he visto obligado a hacerle compañía. Usted más que nadie sabe lo peligrosa que puede ser la noche. - Me parece bien Doctor que usted sea tan gentil. Pero cuídese usted también Doctor, que también puede ser una víctima fácil. - Pierda cuidado oficial, estoy seguro de que su pesquisa nocturna me puede dar seguridad por esta noche. Por cierto, qué hora tiene? - Son las 00:48Doctor. Y por lo de la seguridad, nunca esté tan seguro Doctor. Que amanezca vivo mañana - Igual deseo para usted oficial La patrullera se alejó. Ella seguía esperando en la parada. Se veía tan bonita, como una obra de arte. Estaba más tranquila ahora, luego de escuchar la conversación de él con el oficial. Lo miró de soslayo y luego se acercó unos pasos. - ¿Qué hora le dio el oficial? - Las 00:48 horas señorita - Agg. Que terrible - ¿Qué ocurre señorita? - ¿Podría indicarme una parada de Taxi por aquí cerca? - ¿Acaso usted no lee las noticias? - ¿Qué ha ocurrido? - Hay huelga de taxistas, por lo de la reglamentación vehicular - Ah… - ¿Y qué piensa hacer señorita? ¿Querría usted pasar a tomar una taza de té? Podría aguardar despierta hasta que vuelva a tener un colectivo en el cual viajar. - ¿A cuántas cuadras queda la comisaría más cercana? - A unas 25 cuadras, hacia el norte La miré sonriendo, intentando reflejar la mayor inocencia posible. Ella bajó la cabeza y se quedó pensando mordiéndose los labios, se veía tan hermosa. Tan apetitosa como esa miel dulce que se encuentra en el receptáculo de aquellas florecillas de campo que de niño siempre salían a mi paso y que mi madre me prohibía succionar por temor a que me enfermase de algo. - El oficial lo llamó Doctor – dijo ella sin dirigirme la mirada. - Soy Doctor en Historia del Arte. Uno de sus hijos es alumno mío, también soy escultor, pero se le da al oficial por utilizar mi título de Doctor para nombrarme. - ¿Y tiene usted una especie de estudio en su departamento? - ¿Le gustaría verlo? Ella levantó los ojos, todavía podía verse el miedo en ellos, pero una especie de inercia la llevó a asentir con la cabeza. Subieron al departamento. Le hizo un lugar en un sofá ubicado cerca de una esquina en donde podía observar desde una agradable perspectiva las esculturas que él había terminado y las que estaban a medio terminar. Mientras le preparaba un té le hacía preguntas sobre su obra con una voz dulcemente tímida. El olor de sus cabellos empezaba a impregnarse por las paredes de su estudio, su aliento caliente y débil iba llenando todos los espacios. Ella le pertenecía más a cada segundo sin siquiera sospecharlo. Le sirvió el té y permaneció a su lado mientras lo sorbía. Su mirada sumisa le llegaba de costado mientras él trataba de perpetuar en sus oídos los últimos latidos de la muchacha. De súbito, agarró un pequeño puñal que llevaba en el bolsillo del pantalón y lo clavó en el cuello de la muchacha. Se esmeró porque muriera rápidamente. Una vez muerta, limpió el cadáver, lo desnudó, le cortó las piernas, le fue haciendo huecos en la piel del torso en donde empezó a colocar pequeñas fibras de metal en forma curva como si le salieran del cuerpo. Lo colocó sobre una base de granito que tenía un pedestal incrustado, lo acomodó de la mejor manera, y se puso a trabajar con el yeso. Cuando terminó la escultura se veía terroríficamente hermosa, el blanco yeso conservaba con exactitud las facciones de la muchacha, mientras de su cuerpo salían serpientes de un solo ojo sonrientes y cabellos de mujer. En cuanto a él, una vez satisfecho con la obra, se sentó en el sofá a esperar que despunte el alba.