martes, 28 de mayo de 2013

Flores azules

Juntar tantas flores azules como le sea posible, no tenía otro objetivo. Abstraída, con pasos de gigante, pesada, iba palpando los pétalos olvidando mirar. No recordaba para qué, no recordaba cómo, no recordaba más que el sueño de una tarde nublada y el ocaso naranja-gris que amenazaba con aplastar la tierra. Mientras seguía golpeando las flores en su búsqueda ciega, sentía que se encontraba en ese último horizonte donde aquella gama de colores y amorfas masas de agua en el cielo devoraban todo espacio posible. Le tomó mucho tiempo armar un racimo en medio de su desasosiego. No escuchó cuando la voz la llamó de lejos, tampoco escuchó las sirenas ni los perros ni las esposas. No supo responder por qué clavó los puñales en su madre, no recordada ya ese rostro, no supo responder por qué quemó todas sus muñecas en el patio trasero, porqué machacó el sexo de la mujer que la había parido, porqué derrotó el umbral de lo sagrado. Sólo llegó a declarar que a su infancia le gustaban las flores azules, y que esa noche iba a enterrarla.

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